Vaya por delante que este artículo no es más que una reflexión en voz alta y no un señalamiento a algún movimiento social en concreto. La lucha por la vivienda es constante, y el trabajo del dia a dia nos impide movernos unos pasos hacia atrás y reflexionar sobre nuestras rutias, pautas o protocolos con la exhaustividad que deberíamos. Espero que estas palabras no levanten ampollas ni rencor, puesto que su único interés es hacernos reflexionar a todas sobre el papel de los movimientos sociales en el derecho a la vivienda.
Es muy frecuente ver en las redes sociales de los colectivos (en la nuestra también) un mensaje casi siempre constante: “Desahucio parado”, “la familia se queda”, “si se puede”, “no pasarán”. Descargamos la adrenalina y el sabor de la victoria en ese mensaje, reivindicando el trabajo colectivo como herramienta de gestión de los problemas del barrio, o lanzando un grito al aire contra la propiedad que creían que tenían en frente una familia desprotegida. Sea como fuere, acabamos por anunciar la suspensión de un desahucio como una noticia maravillosa, llena de empoderamiento popular y triunfalismo.
Pero si desgajamos y apartamos el velo de alegría y victoria, podemos ver también otras cosas.